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CONFESIÓN DE FE 

LO QUE VIVIMOS LOS HERMANOS MENONITAS

El ministerio de la mujer en la iglesia


Creemos que tanto hombres como mujeres fueron creados a imagen de Dios en una relación de mutua correspondencia, ambos con el mandato de administrar la creación. El pecado dañó dicha relación trayendo como una de las consecuencias el dominio del hombre sobre la mujer y posteriormente una lucha de poder entre ellos.


En Jesús toda relación es restaurada de acuerdo a la intención original de Dios. Su ministerio devolvió a la mujer la dignidad que le había sido quitada por los valores culturales de su época.


Creemos que el Nuevo Testamento evidencia que la iglesia primitiva se mantuvo en el mismo camino al reconocer diferentes mujeres en posiciones de autoridad. Así como en Cristo todos somos beneficiarios de su gracia sin importar las diferencias culturales ni de género, en la Iglesia el Espíritu reparte dones sin discriminación.


Creemos que tanto hombres como mujeres, sea cual sea el ministerio que desempeñen, deben servir en un espíritu de sujeción mutua en cada contexto. Los requerimientos y funciones que la Escritura plantea para los ministros deberán aplicarse tanto a hombres como a mujeres.


Gn. 1:27-28; 3:16; Mt. 27:55-56; Jn. 20:10-18; Hch. 21:8-9; Fil. 4:2-3; Ro. 16:1-7; 1 Co. 1:11; 12:7,11; Ga. 3:28.



Espíritu Santo


Por el Espíritu Santo que Jesús nos dejó, el ser humano es convencido de pecado y seducido a un cambio en su manera de vivir; cuando esto sucede Él llega a habitar en la vida del creyente y a tener permanencia en él. Creemos que no se hace necesaria una segunda experiencia para llegar a tener el Espíritu de Dios pero sí es necesaria la búsqueda constante de una llenura permanente para mantenernos activos en el servicio a Nuestro Dios. La evangelización y el crecimiento integral de la Iglesia se sustentan en Su poder. El Espíritu Santo se nos ha entregado como garantía de que Dios cumplirá sus promesas de salvación para la humanidad y como seguridad de que somos hijos de Él.


Creemos que todas las manifestaciones de los dones del Espíritu Santo que aparecen registrados en el Nuevo Testamento están vigentes hoy en la vida de la iglesia, pero ninguna de ellas en particular debe constituirse en una experiencia normativa para todo creyente. De igual manera afirmamos que el Espíritu Santo se hace presente a través de la liturgia en las diversas expresiones culturales.


Hch. 1:8; 5:4; I Co. 12:11; Jn. 14:16; 16:8; Ef. 1:13-14; 5:18; Mr. 3:28-29.


Divorcio y Nuevo Matrimonio


Creemos que Dios instituyó el matrimonio como su plan perfecto entre el hombre y la mujer, basado en un pacto de amor de por vida y que el divorcio no fue parte de dicho plan. Sin embargo por la dureza del corazón del ser humano, la Escritura permite el divorcio bajo ciertas circunstancias específicas.


Damos por sentado que el divorcio es la anulación del matrimonio y por lo tanto las personas implicadas estarían en la posibilidad de contraer nuevo matrimonio. Creemos que cada caso debe ser tratado como único y que se debe intentar salvar la relación, con base en el perdón y la reconciliación que ofrece el Señor Jesucristo.


Consideramos que la iglesia se debe centrar en la prevención, más que en la curación de la relación matrimonial, sin excluir la atención que amerita una persona divorciada y su familia, para lo cual se requiere el desarrollo de una pastoral enfocada a la familia.


Gn. 2; Cnt. 8:6; Mal. 2:14; Mt. 19:9; Ro. 7:2.



Incidencia Política


Los Hermanos Menonitas, basados en el mandato de Jesús, nos ocupamos en discipular a cada persona de nuestra comunidad para una vida que refleje el carácter de Jesucristo. Parte fundamental de este discipulado es la formación hacia la justicia, la no-violencia activa, la educación para la paz y resolución de conflictos, la desobediencia civil pacífica, el absoluto rechazo a la guerra y la separación entre la iglesia y el estado como valores bíblicos y anabautistas. Igualmente trabajamos en el fortalecimiento integral de la familia como órgano fundamental de la sociedad, bajo los principios de amor, honestidad, disciplina y mutuo sometimiento. De esta forma estamos incidiendo fundamentalmente en la política, para el desarrollo de una nación donde reine la justicia, la convivencia y la paz.


Creemos que estamos llamados a incidir políticamente por medio de la proclamación del Reino de Dios tal como Cristo lo hizo y por medio del ejemplo en el aporte de soluciones a problemáticas sociales de nuestra nación con la esperanza que las personas lleguen a reconocer a Dios cuando vean nuestras buenas obras.


Afirmamos nuestro llamado a incidir políticamente por medio de la denuncia abierta de: las estructuras injustas, el pecado, la maldad y la corrupción, independientemente de los sujetos que los originen. Nuestra labor profética como Iglesia se desarrolla de manera imparcial y sin ningún tipo de sesgo político o participación sectaria en partidos y movimientos políticos. No podemos aislarnos de la situación política de nuestro entorno, por lo que hemos de formar y motivar a la iglesia en un proceso de toma de conciencia social y  política.


Mt. 5:16; 28:19; Mr. 12:17; Jn. 14:27; 18:33-38; Ro. 13:1-2.

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